Hoy quiero confesar

Hoy quiero confesar, es un ejercicio de autoayuda, de aprendizaje sobre mí misma y sobre todo, de aceptación. Si además sirve para que alguien se sienta reflejado y pueda ayudarle a librar un poco su carga, pues mejor.

Con ésto, no quiero dar pena y me niego a pensar en el «que dirán», como cada uno procese la información con respecto a los otros dice mucho de si mismo y ahí, nada puedo yo hacer. Tampoco puedo hacer nada con las odiosas comparaciones ( otras personas, otras enfermedades más graves…) cada uno sufre lo que sufre en sus propias carnes y no hay nada más bonito que la SALUD con mayúscula.

Esto es un ejercicio de liberación, de soltar y de aceptar el caos que me sobrevino aproximadamente 5 años atrás y que yo siempre he intentado minimizar, tapar y  negarme a mí misma.

Esto es un ejercicio de hacer las paces, una vez más, conmigo.

Y es que, tengo la sensación de que todo lo que he ido aprendiendo, especialmente sobre mí, toca desaprenderlo.

Mi energía, mi ánimo, mi cuerpo…todo ha cambiado y poco o nada que ver, tiene, con mi pasado no tan lejano. Cada día tengo que prometerme a mí misma que no debo compararme  con mi antigua yo y mucho menos con nadie.

Ahora, como si fuera una niña pequeña, debo aprender a reconocer mi cuerpo, mis límites, mi estado de ánimo tan ligado a mí nueva realidad y evitar sentirme culpable. Una nueva realidad que se me antoja hostil y con la que tengo que aprender a congraciarme.

Al menos, conozco el nombre de mi enemigo (otra vez… tengo que dejar de verlo así y aprender a vivir con él ).

De repente, mi vida se convirtió en un caos. De chica sana, muy vital y alegre a una mujer que me parecía que había envejecido al menos 30 años; anemia, depresión, dolores en todo el cuerpo, especialmente en las articulaciones, ojos irritados…

No entendía nada.

Poco a poco, con reticencias y ayuda, fui desgranando y analizándolo todo.

Es cuando, después de médicos y pruebas a los que, si no es por mi madre, a la que dejé de mentir y decir que todo iba bien porque ya no tenia fuerzas para fingir, quizás no hubiera ido y me hubiera muerto en la miseria.

Sjogren, ese fue el diagnóstico, no es grave, me dijeron, podía haber sido peor. Yo no tenía ni idea que era eso que ni siquiera sabía pronunciar. Lo que si descubrí que todo lo que me pasaba por dispar que pareciera, tenía su origen en el dichoso síndrome.

Cuando comencé a investigar sobre ese síndrome que me parecía mentira que yo padeciese, comencé a entenderlo todo, me sentí totalmente reflejada y era más de lo que me habían dicho en principio someramente (solo sequedad).

Aunque antes vino el desconcierto y una especie de duelo y desesperanza, no tenía cura, no había nada que de verdad ayudase con la fatiga…

Después, cuando puse nombre al culpable de todos mis males, me sentí un poco mejor, no sé si será por esa necesidad de entenderlo todo. Para mí, era  una locura sentirme como me sentía sin saber por qué.

La culpabilidad con la que cargaba, por un momento, se hizo más ligera.

Ahora, estoy ahí…en ese limbo entre terminar de reconocer, conocer y aceptar la enfermedad.

Y es que aceptar incluye ser consciente y aceptar, valga la redundancia, que los días son diferentes e imprevisibles, incluso las horas de un mismo día.

Aprender a vivir con la incertidumbre y construir tu día, cada día, desde el dolor casi constante algunas temporadas y la fatiga terrible.

Convencerme a mí misma que no me he vuelto ninguna vaga por cansarme a cada cosa que haga por sencilla que sea.

Que si un día me siento vital y puedo hacer todo lo que quiera y necesite, es posible que el día siguiente se  lo cobre con creces.

Debo aprender a soltar el miedo y la vergüenza de reconocer y ser sincera con lo que me pasa. Este es un paso importante para ello.

Dejar de mentir y sustituir los males que me aquejan cuando me impiden hacer o ir a algún sitio y sustituirlos por otros falsos que considero más «entendibles» de cara a la sociedad.

Mi organismo es una batalla campal, no solo no me protege de las enfermedades sino que se ataca el mismo. Eso, no puedo controlarlo. Lo que si bebo controlar, es que mi mente no luche contra esa realidad, sino que la acepte, y no hablo de resignación, y que aprenda a vivir con ella y desde ella.

Y en esas estamos, aprendiendo a desaprender y comenzando de nuevo. Aprendiendo a vivir con una nueva realidad que cada día, sin embargo, tienes que olvidar un poco para que no pueda contigo.

Está es mi confesión.

Beatriz Díaz.

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